Los amantes del reciclaje y de la restauración lo teníamos mucho más fácil antes de la crisis, cuando la gente se desprendía de objetos todavía en buen estado para hacerse con otros nuevos...Era frecuente encontrar en la basura muebles y lámparas con los que dar rienda suelta a nuestra afición y experimentar las ténicas aprendidas.
La lámpara de metal que véis en la foto es uno de esos objetos "procedentes del contenedor" -como edulcoradamente describen las revistas de decoración para evitar lo de la basura- convenientemente restaurada. De la parte eléctrica -esto es, de lo más complicado- se encargó mi marido, y de la decoración, yo, siguiendo las sabias directrices de mi amiga Lola, que me contagió su pasión por la restauración e intentó inculcarme, sin demasiado éxito, que las cosas hay que hacerlas poquito a poco y muy muy bien.
Tras quitarle las tulipas que la afeaban, lijé los brazos y el cuerpo de la lámpara con lana de acero y la pinté con selladora valtodo. Después le dí otra mano de pintura al agua de color beige y la envejecí manchando una brocha en cera diluida en un poquito de aguarrás, que fuí retirando con ayuda de un trapo hasta dar con la tonalidad deseada. Una hiedra artificial entre los brazos de la lámpara y las pantallas en color beige hicieron el resto.
La misma técnica y el mismo procedimiento utilicé para restaurar esta otra lámpara, aunque en esta ocasión tuve que trabajar más porque su color original era el azul.
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