Las sillas son otro de los objetos que más he restaurado. Esta tenía los días contados, porque, sinceramente, no es muy cómoda. Hasta que se me ocurrió pintarla de lunares y utilizarla como un elemento decorativo más. Mi hija también la usa como silla-armario: va dejando las piezas de ropa una encima de la otra, en lugar de ordenarlas en el interior del ropero. Ha tenido, pues, una segunda oportunidad en todos los órdenes.
Lo primero que hice fue lijarla y darle una mano de selladora de color blanco. En papel adhesivo, tipo aironfix , corté círculos de diferente tamaño y los pegué aleatoriamente por las patas y el respaldo. Le dí un mano de pintura de color rojo y, cuando estuvo seca , despegué los círculos y aparecieron los lunares. Fácil, ¿verdad?
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